Coalición
Mundial Salud y Vida
-COMUSAV-
Resumen de la identificación de riesgos por la ingesta
del dióxido de cloro en humanos y otros mamíferos, basado en el reporte de la
U.S. Environmental Protection Agency (EPA): CHLORINE DIOXIDE AND CHLORITE. (CAS
Nos. 10049-04-4 and 7758-19-2). Publicado en el año 2,000.
En letras cursivas van los comentarios de COMUSAV y además
va la comparación de los resultados publicados por la literatura científica en
este reporte de investigación, en relación con las dosis de ingesta que se
están proponiendo por los médicos de COMUSAV para prevenir o para tratar
pacientes de COVID 19.
Antecedentes:
La FDA reporta en su sitio Web (https://www.fda.gov/news–events/pressannouncements/actualizacion–del–coronavirus–covid–19–la–fda–advierte–empresa–quecomercializa–productos–peligrosos, con fecha 8 de abril del 2020), que el dióxido de cloro tiene efectos adversos a la salud humana,
y lo ha difundido masivamente en los medios, tanto escritos como en las redes sociales.
Por otro lado, las instituciones de salud de cada país han copiado este aviso y
lo transcriben íntegramente en sus medios de comunicación, sin verificar la
veracidad y certeza de estas aseveraciones. Entre los síntomas adversos que
reporta la FDA incluye los siguientes:
1.
Insuficiencia respiratoria causada por una
condición grave en donde la cantidad de oxígeno que se transporta a través del
torrente sanguíneo se reduce considerablemente (metahemoglobinemia).
2.
Cambios en la actividad eléctrica del corazón
(prolongación del QT), lo que puede llevar a ritmos cardíacos anormales y
posiblemente mortales.
3.
Baja presión arterial mortal causada por
deshidratación.
4.
Insuficiencia hepática aguda.
5.
Conteo bajo de células sanguíneas, debido a la
rápida destrucción de los glóbulos rojos (anemia hemolítica), lo que requiere
una transfusión de sangre.
6.
Vómitos severos.
Sin embargo, dicho aviso no indica si estos síntomas
son por la ingesta o por la inhalación del gas dióxido de cloro, condiciones
totalmente distintas en cuanto a los efectos que esta molécula causa al
organismo. Además, no deja claro si dichos síntomas son por el uso del producto
conocido en internet como MMS (Magistral
Mineral Solution) o por la solución de dióxido de cloro (CDS) a una
concentración de solo 3 g/litro (3,000 ppm). Solo hace mención a: “es un producto líquido que
se vende con 28% clorito sódico en agua destilada y con instrucciones de uso
para que los consumidores mezclen la solución de clorito sódico con ácido
cítrico, jugo de limón o lima, u otro ácido como el ácido clorhídrico, antes de
tomarlo. Además de referir que el
clorito sódico se vende como parte de un kit con un ácido cítrico que sirve
como activador y al mezclarse produce dióxido de cloro, un potente agente
blanqueador que causa serios efectos colaterales que comprometen la vida”. Por lo que se asume que este comunicado de
la FDA se refiere al MMS y no al Dióxido de cloro en solución (el cual se
encuentra ya preparado). Tampoco se indican las dosis a las que se podría
causar los síntomas arriba descritos.
Por otro lado, la Coalición Mundial Salud y Vida
(COMUSAV) que agrupa a 3,000 médicos de 19 países reporta, por el contrario,
que el dióxido de cloro, utilizado a la dosis correcta es una molécula capaz de
prevenir y ser tratamiento ante el COVID19. (afirmaciones basadas en prácticas
de campo y estudios científicos observacionales retrospectivos en humanos,
amparados en la declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial que en
su artículo 37 dice a la letra:
Intervenciones no probadas en la práctica clínica
Artículo 37: Cuando en la atención de un
paciente las intervenciones probadas no existen u otras intervenciones
conocidas han resultado ineficaces, el médico, después de pedir consejo de
expertos, con el consentimiento informado del paciente o de un representante
legal autorizado, puede permitirse usar intervenciones no comprobadas, si, a su
juicio, ello da alguna esperanza de salvar la vida, restituir la salud o
aliviar el sufrimiento. Tales intervenciones deben ser investigadas
posteriormente a fin de evaluar su seguridad y eficacia. En todos los casos,
esa información nueva debe ser registrada y, cuando sea oportuno, y puesta a
disposición del público.
Revisión de
literatura científica relacionada con la toxicidad del dióxido de cloro (CDS) Para ello se recurrió a uno
de los reportes más completos al respecto, el cual fue generado por otra
agencia de los Estados Unidos de América: la U. S.
Environmental Protection Agency (U.S. EPA” CHLORINE DIOXIDE AND CHLORITE (CAS
Nos. 10049-04-4 and 7758-19-2) In Support of Summary Information on the
Integrated Risk Information System (IRIS) September 2000”), la cual emitió un reporte donde analiza la
posible toxicidad tanto del dióxido de cloro, como del clorito de sodio, y las
dosis a las que dicha toxicidad podría ocurrir en caso de ser ingerido. En este
reporte que realiza COMUSAV, el análisis se reduce específicamente al dióxido de
cloro ingerido por vía oral, el producto que ha mostrado cualidades preventivas
y de tratamiento ante el COVID 19, según manifiestan los médicos de los
diversos países de esta organización.
Diferencias entre el CDS y MMS.
Mucho se ha vertido en los medios sobre el riesgo de
consumir MMS y con mucha frecuencia suele confundirse con CDS (Solución de
dióxido de cloro). Es importante clarificar que el MMS es una solución que se
prepara a partir de la mezcla de algunas gotas de cada uno de los dos reactivos:
Clorito de sodio, por un lado, y un ácido que puede ser cítrico o clorhídrico,
por el otro. A esta mezcla se agrega en un litro de agua, se deposita en una
botella, se cierra herméticamente y se ingiere a lo largo del día. El problema
de esta mezcla es que ninguno de los dos reactivos es químicamente puro y al
tomar la mezcla de estos se ingieren las impurezas que traen ambos reactivos.
Estas impurezas o subproductos químicos pueden generar malestares como
diarreas, vómitos y otros efectos colaterales que, aunque no son de gravedad,
no dejan de ser molestias, en especial cuando se bebe una dosis alta de estos
productos. También puede ser debido a la mala información que existe en el
público en general sobre el producto, quienes por la urgencia sanitaria que se
vive, al intentar prevenir o tratar el COVID 19, lleva a no acudir a una
asesoría o consulta médica y a consumir productos que no han sido preparados
bajo la supervisión de químicos capacitados en la elaboración.
Por otro lado, el otro compuesto que solo contiene
dióxido de cloro disuelto en agua (CDS)
a una concentración de 3,000 ppm (mg/L) no contiene las impurezas que
contiene el denominado MMS proveniente de la mezcla de los dos reactivos
descritos arriba. En el caso del CDS se trata de un compuesto sumamente puro,
pues las dos sustancias se ponen a reaccionar en un recipiente que contiene
adentro otro pequeño contenedor donde se lleva a cabo la reacción química y de
donde se genera el gas dióxido de cloro que saturará el agua que esta por fuera
de este recipiente. Es importante aclarar sin lugar a duda que el dióxido de
cloro en solución no contiene absolutamente nada de clorito de sodio, ni de
algún ácido, como se he pretendido confundir en varios spots publicitarios que
pretenden denostrar la solución del dióxido de cloro. Otra forma de producir el
dióxido de cloro es por electrolisis.
En base al procedimiento de su preparación, la
solución CDS contiene un elevado grado de pureza, pues solo contiene el dióxido
de cloro disuelto en agua. En resumen, el MMS contiene impurezas que pueden
causar malestar al ser ingerido, pero el dióxido de cloro en solución, conocido
también como CDS, solo contiene el gas dióxido de cloro a una concentración de
solo 0.3 g/L disuelto en agua y del cual se toman solo 5 a 10 ml para ser
ingeridos a lo largo del día, disueltos en un litro de agua fría. Esta gran
diferencia permite que la solución de dióxido de cloro sea inocua y sumamente
tolerable para ser ingerida en diversas dosis sin causar ningún malestar o
riesgo para la salud. Los problemas que
pudieran existir con relación a la variación de la calidad del producto se
eliminarían si existiera una estrecha colaboración entre las Agencias, Comités
o Entidades reguladoras en cada país con la COMUSAV para llevar a cabo la
supervisión en la elaboración del Dióxido de cloro en solución y asegurar su
adecuada calidad, tal como ya se ha establecido por ley en el país de
Bolivia.
Introducción
Este documento se centra solo en la toxicidad por
ingesta del compuesto dióxido de cloro, y no trata los aspectos de toxicidad
por inhalación, pues esa parte no es del interés de esta revisión de
literatura, además, es bien sabido que aspirar este gas resulta perjudicial
para la salud. Por otro lado, las dosis reportadas en cada uno de los citados
estudios sobre toxicidad se comparan con las dosis que se utilizan en la
prevención y tratamiento de COVID 19, por los médicos de COMUSAV, que van de 5
a 10 ml/día de una solución de dióxido de cloro a una concentración de 3,000
ppm (5 ml para gente poco expuesta y 10 ml para gente más expuesta, como por
ejemplo el personal de salud que está atendiendo pacientes COVID 19 u otro
personal que por su actividad de servidor público se encuentre expuesto a una
carga viral elevada. Dicha cantidad de solución madre de 3,000 ppm se disuelve
en un litro de agua fría y se bebe durante el día. Es decir, esto equivale a
una dosis de 15 a 30 mg/día en pacientes adultos con un peso promedio de 60 kg, un valor que oscila entre 0.25 y 0.50
mg/kg-día. Contra esta dosis estaremos comparando todos los reportes que se
presentarán a lo largo de esta revisión bibliográfica, tomada de fuentes
científicas debidamente acreditadas.
Propiedades físicas del compuesto
El
dióxido de cloro (ClO2) es un gas con un peso molecular de 67.46, un
punto de ebullición de 11 °C, una solubilidad en agua de 3,000 mg/L a 25°C y
presenta una gravedad específica de 1.642 a 0°C (Budavari et al., 1989).
Absorción gastrointestinal
Después
de la ingestión, el dióxido de cloro se absorbe rápidamente por el tracto
digestivo. Los niveles plasmáticos máximos se observan 2 horas después de su
ingestión y se estima que al menos el 30% de la dosis de prueba ingerida fue
absorbida (Abdel-Rahman et al., 1979a).
Distribución en el organismo
después de su ingesta
Una
vez ingerido el compuesto se distribuye por todo el cuerpo, pero las
concentraciones más altas se encontraron en la sangre, el estómago y el
intestino delgado (Abdel-Rahman et al., 1982). Setenta y dos horas después de
la ingesta de una dosis única de 100 mg/L, la mayor parte del cloro se detectó
en la forma de ion cloruro (Cl–), y la proporción de cloruro a
clorito (ClO2) fue de 4 a 1 (Abdel-Rahman et al., 1979b).
Metabolismo
El
ion cloruro es el metabolito final del dióxido de cloro en el organismo,
acumulándose en orina y plasma en 87 y 80% respectivamente. A partir de una
solución ingerida de 100 mg/litro y utilizando cloro marcado radiactivamente
para seguir su curso en el organismo, el clorito fue un metabolito importante,
representando aproximadamente el 11% en la orina y el 21% en plasma del total
del cloro del dióxido de cloro marcado (Abdel-Rahman et al., 1979b). Un estudio
de recuperación in vivo en ratas,
realizado por Bercz et al. (1982) sugiere que el dióxido de cloro ingerido se
reduce rápidamente en el estómago a especies no oxidantes (presumiblemente
cloruro).
Eliminación
La forma química en la que se elimina el
dióxido de cloro es a través de orina y heces. Setenta y dos horas después de
la ingesta de dióxido de cloro marcado en ratas, el 31 y el 10% de éste fue
excretado en la orina y las heces, respectivamente y la relación de Cl– a
ClO2, fue de 5 a 1 durante las primeras 24 horas y de 4 a 1 durante las
primeras 72 horas (Abdel-Rahman et al., 1979b).
Identificación de riesgos en
humanos
La
toxicidad a corto plazo del dióxido de cloro se evaluó en dos estudios en
humanos. En el primer estudio Lubbers et al. (1982) evaluaron a un grupo de 10
adultos varones sanos de 70 kg de peso, que ingirieron una dosis única de 0.34
mg/kg de peso vivo. En el segundo estudio (Lubbers et al., 1984a) evaluaron la
ingesta 0.04 mg/kg-día, durante 12 semanas. después de realizar observaciones y
exámenes físicos. Dentro de éstos incluyeron, los signos vitales como presión
arterial, frecuencia del pulso, tasa de respiración y temperatura corporal,
también parámetros de química clínica sérica (incluyendo glucosa, nitrógeno de
urea, fósforo, fosfatasa alcalina y aminoácidos de aspartato y alanina), así
como niveles de triyodotironina sérica (T3) y tiroxina (T4) al igual que
parámetros hematológicos. Ninguno de los
dos estudios reportó alteraciones fisiológicamente relevantes en la salud
general.
Consumo de agua potable
desinfectada con dióxido de cloro.
Michael
et al. (1981), Tuthill et al. (1982) y Kanitz et al. (1996) compararon
comunidades que consumían agua potable desinfectada con dióxido de cloro versus
comunidades que no usaban este reactivo químico y compararon su efecto por
medio de análisis de sangre. El estudio duró 10 semanas y se realizó con 118
individuos. La ingesta media de dióxido de cloro en las comunidades que lo
consumían fue de 0.15 mg/kg al día. Estos investigadores reportan que no se
detectaron alteraciones hematológicas o en química sérica en este estudio. Este valor de 0.15 mg/kg-día es
moderadamente cercano a los valores que utiliza COMUSAV para prevenir y de
tratamiento ante COVID 19, que van de 0.25 a 0.50 mg/kg-día.
Tuthill
et al. (1982) compararon retrospectivamente los datos de morbilidad y
mortalidad infantil para una comunidad que había utilizado niveles
«altos» de dióxido de cloro como desinfectante de agua potable en la
década de 1940 con datos de una comunidad vecina que utilizaba prácticas
convencionales de cloración de agua potable, desafortunadamente no informaron
de las concentraciones de dióxido de cloro en el agua tratada. La exposición al
agua tratada con dióxido de cloro no afectó negativamente a la mortalidad
fetal, neonatal, post neonatal o infantil, ni afectó el peso al nacer, la
proporción sexual o la condición de nacimiento.
Por
su parte, en Italia Kanitz et al. (1996) dieron seguimiento a 548 nacimientos
en el Hospital Galliera de Génova y 128 nacimientos en el Hospital Chiavari, en
Chiavari, durante 1988-1989. Las mujeres en Génova fueron expuestas a agua
filtrada desinfectada con dióxido de cloro, hipoclorito de sodio, o ambos; los
niveles de trihalometano variaron de 8 a 16 ppb en agua tratada con hipoclorito
sódico y de 1 a 3 ppb en agua desinfectada con dióxido de cloro. Los autores
del estudio concluyeron que los bebés de mujeres que consumían agua potable
tratada con compuestos de cloro durante el embarazo tenían un mayor riesgo de
adquirir ictericia neonatal, circunferencia craneal menor de 35 cm y longitud
corporal menor de 49.5 cm. Sin embargo, los datos de referencia atípicos
plantean preocupaciones sobre la población testigo seleccionada para este
estudio y dificultan la interpretación de cualquier comparación con el grupo
expuesto, excluyendo así la capacidad de sacar conclusiones de este estudio,
según lo refiere Selevan, (1997), por lo
que dicho trabajo no puede ser considerado confiable para dilucidar las
conclusiones reportadas por los autores que lo generaron.
Efectos de largo plazo del
dióxido de cloro.
Daniel
et al., (1990) trabajaron con ratas de la línea Sprague-Dawley y expusieron
grupos de 10 machos y 10 hembras al dióxido de cloro en el agua potable durante
90 días, a dosis administradas equivalentes a 0, 2, 4, 6 ó 12 mg/kg-día de
dióxido de cloro para machos; y 0, 2, 5, 8 ó 15 mg/kg-día de dióxido de cloro
para las hembras. La exposición a 12 mg/kg-día, dio lugar a reducciones
significativas en el peso corporal final. También se observaron disminuciones
en el consumo de alimentos en la dosis más alta. Los pesos hepáticos absolutos
disminuyeron en los machos a partir de la dosis de 6 mg/kg-día y los pesos
absolutos del bazo disminuyeron en las hembras a partir de la dosis de 2
mg/kg-día. No se observaron alteraciones consistentes en los parámetros
hematológicos (recuentos totales y de leucocitos totales y diferenciales,
niveles de hemoglobina, hematocrito y volumen corpuscular medio, medido). Los
niveles séricos de lactato deshidrogenasa y aspartato aminotransferasa
disminuyeron y los niveles séricos de creatinina aumentaron en los machos
expuestos a 6 y 12 mg/kg-día. No se encontraron otras alteraciones en los
parámetros de química sérica. Por lo tanto, a partir de 2 mg/kg-día se podría
considerar como un nivel en el cual no se aprecia un efecto adverso (NOAEL). Esta dosis es 4 a 8 veces más alta que la
dosis que han usado los médicos de COMUSAV para prevenir y de tratamiento ante
el COVID 19.
En
un estudio de toxicidad crónica realizado por Haag (1949), grupos de siete
ratas macho y siete ratas hembra fueron expuestos a dosis de dióxido de cloro
equivalentes a: 0, 0.07, 0.13, 0.7,
1.3 y
13.0 mg/kg-día según lo calculado por la EPA de los Estados Unidos, durante 2
años. La supervivencia en el grupo de 13 mg/kg-día disminuyó
significativamente. No se observaron alteraciones relacionadas con el dióxido
de cloro en el examen histopatológico de animales representativos (2-6/sexo) de
cada grupo. Para este estudio identificaron un nivel en el cual no se observa
ningún efecto adverso (NOAEL), de 1.3 mg/kg-día y un nivel de efectos francos
(FEL), basado en una disminución de la supervivencia, de 13 mg/kg-día. En este estudio el valor NOAEL fue menor que
en el estudio de Daniel et al. (1990), pero, aun así, es 3 a 5 veces más alto
que las dosis usadas para prevenir o de tratamiento ante el COVID 19, propuesto
por la COMUSAV.
Bercz
et al. (1982) utilizaron un diseño de dosis ascendente en el que cada animal
servía como su propio control. Cinco monos verdes africanos adultos y siete
hembras (Cercopithecus aethiops)
fueron expuestos a dosis equivalentes a 0, 3.5 y 9.5 mg/kg-día de dióxido de
cloro. En este estudio no se presentaron
alteraciones significativas en la química clínica hematológica (eritrocitos,
leucocitos totales y diferenciales, recuentos de reticulocitos, niveles de
hemoglobina, hematocrito, fragilidad osmótica y niveles de metahemoglobina) o
en química clínica sérica (creatinina, nitrógeno de urea en sangre [BUN], fosfatasa
alcalina, deshidrogenasa de lactato y alanina y aspartato aminotransferasa) o
aumento de peso corporal. Los niveles séricos de T4 disminuyeron
significativamente en los monos expuestos a dióxido de cloro de 9.5 mg/kg-día.
Así, este estudio identifica un NOAEL de 3.5 mg/kg-día y un LOAEL de 9.5
mg/kg-día, para alteraciones en los niveles de hormona tiroidea en monos
expuestos al dióxido de cloro en el agua potable durante 4-6 semanas. Para
este estudio, el NOAEL, es decir el nivel más bajo en el que no se observan
efectos adversos es de 3.5 mg/kg-día, es decir 7 a 14 veces más alto que el
usado para prevenir o de tratamiento ante el COVID 19 propuesto por la COMUSAV.
Abdel-Rahman
y col. (1984b) expusieron grupos de cuatro ratas macho Sprague-Dawley a dosis
logarítmicamente consecutivas de 0, 0.1, 1, 10 y 100 mg/kg-día. Estos
investigadores evaluaron el peso corporal de las ratas y algunas variables
hematológicas como: fragilidad osmótica, hematocrito, y hemoglobina. Sin
embargo, la falta de una relación consistente entre la dosis y las alteraciones
hematológicas y el pequeño número de animales (solo cuatro machos/grupo)
confunden la interpretación del estudio, lo que dificulta obtener conclusiones
definitivas de este trabajo. De igual forma, Couri y Abdel-Rahman (1980)
realizaron una investigación en ratas Sprague-Dawley (cuatro machos/grupo) con
4 niveles de dióxido de cloro además del testigo (dosis equivalentes de: 0,
0.1, 1, 10 ó 100 mg/kg-día) y estudiaron los niveles de glutatión reductasa en
sangre, glutatión peroxidasa y niveles de catalasa en eritrocitos. Sin embargo,
al igual que con Abdel-Rahman et al. (1984b), la relación inconsistente entre
la dosis y la magnitud de las alteraciones en el sistema dependiente del
glutatión dificulta la interpretación de sus resultados. Además, no está claro
si estos efectos son biológicamente significativos, lo que excluyó la
determinación de una NOAEL y una LOAEL para estos estudios. Por otro lado,
Moore y Calabrese (1982) expusieron grupos de 10 ratones A/J o C57L/J (sexo no
especificado) a 0 ó 19 mg/kg-día durante 30 días y no observaron alteraciones
significativas en los parámetros hematológicos (hemograma completo, recuento de
reticulocitos, actividad de glucosa-6-fosfato y fragilidad osmótica) en ninguna
de las cepas de ratón.
Efecto del dióxido de cloro sobre el desarrollo
reproductivo.
Carlton
y col. (1991) administraron dosis diarias por sonda, equivalentes a: 0, 2.5,
5.0, ó 10 mg/kg-día, de dióxido de cloro en agua desionizada a grupos de 12
ratas Long-Evans macho, durante 56 días antes del apareamiento y durante un
período de apareamiento de 10 días. Grupos de 24 ratas hembra recibieron las
mismas dosis por sonda durante 14 días antes del apareamiento, durante el
período de apareamiento y durante la gestación y la lactancia. No se observaron
alteraciones significativas en la mortalidad, los signos clínicos, las tasas de
fertilidad, los parámetros de los espermatozoides, la duración de la gestación,
las muertes prenatales, el tamaño medio de la camada o el peso medio de las
crías. Tampoco se observaron alteraciones significativas en el peso de los
órganos del tracto reproductivo en las ratas macho F1. En las ratas hembra F1,
hubo disminuciones estadísticamente significativas en los pesos absolutos y
relativos de la vagina en el grupo de 10 mg/kg-día, pero no hubo diferencias en
los pesos corporales terminales o los pesos uterinos y ováricos. No se midieron
alteraciones consistentes relacionadas con el dióxido de cloro en los niveles
de T3 ó T4 en las ratas macho y hembra F0 y en las ratas macho F1 (niveles
hormonales medidos en los días 17, 28 y 40 postnatales). Este estudio identifica un NOAEL de 10 mg/kg-día para efectos
reproductivos en ratas que reciben dosis de dióxido de cloro por sonda. Esta
NOAEL es 20 a 40 veces más elevado que la usada para fines de prevenir o de
tratamiento ante el COVID 19.
En
un estudio de toxicidad para el desarrollo realizado por Suh et al. (1983), a
grupos de seis a ocho ratas hembra Sprague-Dawley se les administró 0, 0.1, 1 y
10 mg / kg-día, durante 2.5 meses antes del apareamiento con machos no expuestos
y durante los días de gestación 0-20; las madres se sacrificaron al día 20 de
gestación. Este estudio identifica un NOAEL de 1 mg/kg-día y LOAEL de 10 mg /
kg-día, para efectos de desarrollo en la descendencia de ratas expuestas al
dióxido de cloro en el agua potable. En
este caso el NOAEL es 2 a 4 veces más elevado a la recomendada y usada para
prevenir o de tratamiento ante el COVID 19.
Toth et al. (1990)
examinaron la toxicidad del dióxido de cloro en el desarrollo neurológico en
las ratas encapuchadas Long-Evans expuestas postnatalmente. Este estudio
identifica una LOAEL de 14 mg/kg-día para el parámetro desarrollo del cerebro
en ratas expuestas postnatalmente. Mobley y col. (1990) expusieron grupos de 12
ratas hembra Sprague-Dawley a 0 ó 14 mg/kg-día. En el día 42 posterior a la
concepción, no hubo alteraciones significativas en la captación total de T3 o
T4, T4 libre o T3. El día en que abrieron los ojos no se vio afectado
significativamente por la exposición al dióxido de cloro. Por lo tanto 14 mg/kg-día
es el LOAEL para la disminución del peso de la camada y la actividad
exploratoria.
En
un estudio realizado por Orme et al., (1985) diseñado para evaluar la toxicidad
del dióxido de cloro en la tiroides, grupos de ratas hembra Sprague-Dawley
fueron expuestos dosis equivalentes de 0, 1, 3 y 14 mg/kg-día durante 2 semanas
antes del apareamiento y durante la gestación y la lactancia. Este estudio
identifica un NOAEL de 3 mg/kg-día, y un LOAEL de 14 mg/kg-día para efectos
neuroconductuales. El estudio de Orme et
al. (1985) muestra un NOAEL de 6 a 12 veces más elevado que la dosis usada para
prevenir o de tratamiento ante el COVID 19.
Taylor
y Pfohl (1985) expusieron grupos de 13-16 ratas hembra Sprague-Dawley a 0 y 14
mg/kg-día de dióxido de cloro y reportan un LOAEL para efectos
neuroconductuales, disminución del peso cerebral y número de células en la
descendencia de ratas expuestas al dióxido de cloro en el agua potable y en
ratas expuestas postnatalmente al dióxido de cloro por sonda nasogástrica, de
14 mg/kg-día. Un nivel 28 a 56 veces más
elevado que la dosis usada para prevenir o de tratamiento ante el COVID 19.
Estudios de carcinogenicidad con la ingestión de
dióxido de cloro.
Miller
et al. (1986) probaron el potencial carcinogénico del agua potable desinfectada
con dióxido de cloro utilizando tres ensayos a corto plazo. Después de la
desinfección con dióxido de cloro, las muestras de agua (que contenían 0.5 mg/L
de residuos de dióxido de cloro) se concentraron 2,000 y 4,000 veces usando un
proceso de resina macrorreticular. Se administraron por vía oral a grupos de 14
a 34 ratones SENCAR (no se especifica el sexo) 0.5 ml del concentrado 4000 × en
emulforado al 2% por tres veces a la semana durante 2 semanas, seguido de
exposición tópica a 1.0 g de 12 tetradecanilforbal-13-acetato (TPA) en acetona
aplicado a la piel dorsal 3 veces/semana durante 20 semanas y luego
sacrificados. No se observaron aumentos significativos, en comparación con los
controles de vehículo, en el número de tumores de piel o en el número de
tumores por animal.
En
un ensayo de adenoma de pulmón realizado por Miller et al. en 1986, evaluaron
en grupos de 20 ratones macho y 20 hembras de la cepa A, los cuales recibieron
dosis de 0.25 ml por sonda de concentrados de 2,000 y 4,000 veces concentrado
al 2%, 3 veces por semana durante 8 semanas seguidas en un período de
observación de 16 semanas. En este ensayo el número de animales con adenomas
pulmonares y el número de adenomas por animal no se alteraron
significativamente en comparación con los testigos. Miller et al. (1986)
también examinaron el desarrollo de focos hepáticos en ratas en un ensayo a
corto plazo. En este estudio, grupos de ratas parcialmente hepatectomizadas
recibieron una dosis única de agua concentrada (no se informa la concentración
de dióxido de cloro) en emulfora al 2%, seguida una semana después de la
administración de 500 ppm de fenobarbital sódico en agua potable durante 56
días; los animales se sacrificaron el día 70. Un grupo testigo recibió agua no
desinfectada. No se observaron aumentos significativos en la incidencia de
focos de β-glutamiltranspeptidasa, la cual es un indicador de trastornos
hepáticos. Los estudios revisados hasta
la fecha no reportan ninguna evidencia de que el dióxido de cloro pueda causar
efectos cancerígenos.
Estudios de Genotoxicidad
Se
han encontrado resultados tanto positivos como negativos en estudios de
genotoxicidad in vitro. Por un lado, el dióxido de cloro no aumentó las
aberraciones cromosómicas en las células de fibroblastos de hámster chino, pero
sí aumentó la mutación inversa en Salmonella typhimurium (con activación)
(Ishidate et al., 1984). Sin embargo, las muestras de agua desinfectadas con
dióxido de cloro no indujeron mutaciones inversas en S. typhimurium con o sin activación (Miller et al., 1986). Los ensayos
de aberración cromosómica de micronúcleo y médula ósea in vivo en ratones Swiss
CD-1 a los que se les administró de 0.1 a 0.4 mg de dióxido de cloro por sonda
durante 5 días consecutivos fueron negativos, al igual que un ensayo de anomalías
en la cabeza del esperma en ratones B6C3F1 a los que se les administraron 0.1 a
0.4 mg por sonda por 5 días consecutivos (0, 3.2, 8 y 16 mg/kg-día) (Meier et
al., 1985). Hayashi y col. (1988) informaron resultados positivos en el ensayo
de micronúcleos en ratones ddY después de una única inyección intraperitoneal
de 3.2 a 25 mg/kg de dióxido de cloro.
Mecanismos de acción del dióxido de cloro en dosis
elevadas.
Es muy probable que el daño oxidativo a los
eritrocitos y la producción de metahemoglobina en dosis elevadas de dióxido de
cloro, por encima de las dosis que se usan para prevenir y de tratamiento ante
el COVID 19, estén relacionados con sus propiedades oxidantes
(U.S. EPA, 1994d). Se cree
que el clorito es la especie intermedia responsable de muchos de los efectos
hematológicos del dióxido de cloro, debido a su producción más eficiente de
metahemoglobina, el agotamiento del glutatión de los glóbulos rojos (RBC) y la
alteración de la fragilidad de los eritrocitos.
En
una serie de experimentos, Bercz, et al. (1982, 1986); y Harrington et al.
(1986) sugirieron que el dióxido de cloro aumenta la unión del yoduro de la
dieta al tejido y contenido gastrointestinal, produciendo una deficiencia
funcional de yoduro. Bercz y col. (1982) encontraron niveles reducidos de
tiroxina circulante en monos que bebían más de 9.5 mg/kg de dióxido de cloro al
día. En un estudio de seguimiento, Harrington et al. (1986) demostraron
aumentos en la absorción de yoduro de tiroides y un rebote en los niveles de
tiroxina en monos que un año después de una exposición por 8 semanas a
aproximadamente 5 mg/kg-día de dióxido de cloro en el agua potable. A
diferencia de los monos, las ratas mostraron disminuciones relacionadas con la
dosis en los niveles de tiroxina y ninguna alteración en la absorción de yoduro
de tiroides después de una exposición de 8 semanas a 10 mg/kg de dióxido de
cloro al día en el agua potable. Estas
dosis son excesivamente altas (20 a 40 veces más elevadas) con relación a las
que se usan en el tratamiento preventivo o de tratamiento de dióxido de cloro
en solución contra el COVID 19.
Síntesis general de los estudios de toxicidad
A la fecha no se ha podido demostrar que el dióxido de
cloro cause efectos tóxicos al ser humano a los niveles utilizados para
prevenir o de tratamiento ante el COVID-19, cuyas dosis van de 0.25 a 0.50
mg/kg-día y están muy por debajo de las concentraciones reportadas como NOAEL
en la mayoría de los reportes de investigación sobre dióxido de cloro.
El
estudio crónico de agua potable de Haag (1949) informó disminuciones en la
supervivencia de ratas expuestas a 13 mg/kg-día de dióxido de cloro, durante 2
años, pero no se informó la causa de la muerte y no se observaron efectos a
concentraciones más bajas. Otros estudios subcrónicos/crónicos examinaron
principalmente los parámetros hematológicos. Bercz, et al., (1982) encontraron
disminuciones significativas en los niveles séricos de T4 en monos expuestos a
9.5 mg/kg de dióxido de cloro al día en el agua potable durante 4 a 6 semanas.
Los efectos hematológicos adversos no pudieron discernirse en Abdel-Rahman et
al. (1984b) porque no hubo una relación dosis-efecto consistente. Además,
Daniel et al. (1990), Bercz et al. (1982) y Moore y Calabrese (1982) no encontraron
alteraciones hematológicas en ratas, monos o ratones, respectivamente.
Abdel-Rahman y col. (1984b) y Couri y Abdel-Rahman (1980) informaron de
alteraciones en el sistema dependiente del glutatión, en particular,
disminuciones en los niveles de glutatión en los eritrocitos, aumentos en la
actividad del glutatión peroxidasa y aumentos en los niveles de catalasa en los
eritrocitos. Sin embargo, al igual que con los efectos hematológicos que
encontró este grupo, faltaron relaciones consistentes entre la dosis y la
magnitud de las alteraciones. Solo en
dosis elevadas de dióxido de cloro con niveles 30 veces mayores a los usados
para prevenir o de tratamiento ante el COVID-19, se han observado efectos
dañinos en ratas o monos.
Estudio de efectos cancerígenos del dióxido de cloro
Según
las pautas actuales (U.S. EPA, 1986a), el dióxido de cloro está clasificado
como Grupo D, (no clasificable en cuanto a carcinogenicidad en humanos) debido
a que no hay datos que hayan probado su efecto cancerígeno. Según el borrador
de las Directrices de Evaluación de Carcinógenos (U.S. EPA, 1996a), la
carcinogenicidad humana del dióxido de cloro no se puede determinar porque no
se encontraron estudios satisfactorios en humanos o animales que evalúen el
potencial carcinogénico crónico del dióxido de cloro. El potencial
carcinogénico de los concentrados preparados a partir de agua potable tratada
con dióxido de cloro fue estudiado por Miller et al. (1986) y los concentrados
de dióxido de cloro no aumentaron la incidencia de adenomas pulmonares en
ratones de la cepa A.
Conclusiones del efecto de la dosis sobre la toxicidad
del dióxido de cloro.
En
general, los estudios en humanos no han reportado efectos adversos en
individuos que consumen bajas concentraciones (0.04-0.15 mg/kg-día) de dióxido
de cloro en estudios experimentales (Lubbers et al., 1981, 1982, 1984a) o que
consumen agua potable desinfectada con dióxido de cloro (Michael et al., 1981;
Tuthill et al., 1982).
El
estudio epidemiológico de Kanitz et al. (1996) donde reportan aumentos en el
riesgo de varios efectos en el desarrollo (ictericia neonatal, circunferencia
craneal pequeña y longitud corporal más corta) en una comunidad con agua
potable desinfectada con dióxido de cloro, tiene numerosas limitaciones (incluidas
múltiples exposiciones químicas; falta de datos de exposición; falta de control
del tabaquismo, la edad y los hábitos nutricionales; y datos de control
atípicos), por lo que queda descartado como un estudio serio para obtener
conclusiones válidas.
Taylor
y Pfohl, 1985; Toth et al., 1990), Orme et al., 1985; Taylor y Pfohl, 1985;
Mobley et al., 1990) estudiaron la toxicidad del dióxido de cloro, sobre
diversos órganos del cuerpo, en diferentes etapas de desarrollo del animal
estudiado, y reportan una LOAEL para estos efectos de 14 mg/kg-día de dióxido
de cloro. Por su parte Orme, et al., (1985) identificaron un NOAEL de 3
mg/kg-día. Esta última, por cierto, se
ubica 6 a 12 veces por encima de las dosis utilizadas en seres humanos para
prevenir o de tratamiento para el coronavirus COVID 19, propuesto por la
COMUSAV.
Conclusiones generales
Los valores más frecuentes a partir de la literatura
revisada y citada en este reporte indican que la FEL (Nivel de efectos francos)
es de 27 mg/kg-día, la LOAEL (Nivel más bajo que muestra efectos adversos) de
13 mg/kg-día y la NOAEL (Nivel sin efectos adversos observables) resultó ser
del orden de 3.0 mg/kg-día. El protocolo sugerido por Kalcker (2020) propone la
ingesta de 10 mililitros de una solución de dióxido de cloro a una
concentración de 3,000 mg/litro, disueltos en un litro de agua y bebidos
durante el día, como estrategia para prevenir y de tratamiento ante el COVID
19, es decir que la ingesta real es de 30 mg/día para adultos con pesos de 50 a
80 kg. Si consideramos un peso promedio de 60 kg, la dosis que se ingiere es de
0.5 mg/kg-día, es decir 6 veces por debajo de la dosis considerada como NOEAL.
En otras ocasiones la dosis preventiva para personas no expuestas o muy poco
expuestas se ha reducido a solo 5 ml de la solución de 3,000 ppm por día, lo
que representa una ingesta de solo 0.25 mg/kg-día. Por lo anterior la revisión de literatura
científica confirma que el uso de dióxido de cloro ingerido a una dosis de 0.25
a 0.50 mg/kg-día no representa un riesgo demostrado de toxicidad por ingestión
para la salud humana.
En cuanto a los síntomas adversos que se han reportado
en diversos comunicados y que se citan al inicio de este documento, al realizar
una revisión en el International Clinical Trial Registry Plataform (ICTRP), en
el sitio: www.clinicaltrial.gov y en
bases de datos como: bioRxiv, medRxiv, www.preprints.org, entre otros, no se encontró ningún reporte
científico que demuestre o mencione que la ingesta oral de la dilución acuosa
de dióxido de cloro haya ocasionado la muerte de algún ser humano, ni evento
dañino alguno de sus órganos, aparatos o sistemas.
Adendum
Es importante hacer notar
que las Agencias, Comités o entidades encargadas de la supervisión de la salud
pública, una vez que se siga demostrando mediante diversos reportes científicos
la inocuidad del dióxido de cloro a las dosis adecuadas, deben de destinar
recursos para la investigación, en los cuales se incluyan al sector
gubernamental, iniciativa privada en su rama de la industria farmacéutica y a
la COMUSAV. Dichos recursos son de vital importancia para continuar el estudio
de esta molécula del dióxido de cloro, dado que se ha demostrado bajo la
experimentación observacional retrospectiva, ser un recurso para el manejo del
COVID-19, y teniendo en cuenta que al ser una emergencia médica la actual
pandemia, y que pocos o ningún medicamento han demostrado su efectividad contra
este virus, debe de dejar de satanizarse sin bases científicas y en lugar de
ello debe de ser un tema prioritario de investigación en el medio académico y en los hospitales de todo el
mundo. También se tiene que hacer notar que el dióxido de cloro tiene otras
aplicaciones ya patentadas en la rama de la medicina y muchas otras que pueden
ser estudiadas para la generación de nuevas patentes.
Abreviaturas utilizadas en el texto.
FEL. El Nivel de efecto franco, por sus siglas en inglés: Frank effect level
LOAEL. El Nivel más bajo que muestra efectos adversos, por sus siglas en
inglés: Lowest Observed Adverse Effect Level.
NOAEL. Nivel sin efectos adversos observables, por sus siglas en inglés: Non
Observed Adverse Effect Level.
CDS. Solución de dióxido de cloro, por sus siglas en ingles Chlorine Dioxide Solution.
MMS. Por sus siglas en ingles Magistral
Mineral Solution; o Solución que contiene la mezcla de una dosis en gotas de clorito de sodio y otra
cantidad igual en gotas de ácido cítrico o ácido clorhídrico (1 a 10 gotas de cada una), se
esperan 40 segundos a que se lleve a
cabo la reacción, se le agrega agua y se ingiere la solución.
PPB. Partes por billón, o
microgramos de una sustancia contenidos en un litro de agua. PPM. Partes por millón o mg de una sustancia
disueltos en un litro de agua.
Bibliografía citada
1.
Abdel-Rahman,
MS; Couri, D; Bull, RJ. (1979a) Kinetics of ClO2 and effects of ClO2,
ClO2– , and ClO3 in drinking water
on blood glutathione and hemolysis in rat and chicken. J
Environ Pathol Toxicol 3:431-449.
2.
Abdel-Rahman,
MS; Couri, D; Jones, JD. (1979b) Chlorine dioxide metabolism in rat. J Environ Pathol Toxicol 3:421-430.
3.
Abdel-Rahman,
MS; Couri, D; Bull, RJ. (1982) Metabolism and pharmacokinetics of alternate
drinking water disinfectants. Environ Health Perspect
46:19-23.
4.
Abdel-Rahman,
MS; Couri, D; Bull, RJ. (1984b) Toxicity of chlorine dioxide in drinking water.
J Am Coll Toxicol 3:277-284.
5.
Budavari,
S; O’Neil, MJ; Smith, A; et al. (eds). (1989) The Merck index: an encyclopedia
of chemicals, drugs, and biologicals, 11th ed. Whitehouse
Station, NJ: Merck and Co, Inc.
6.
Bercz, JP; Jones, LL; Garner,
L; et al. (1982) Subchronic
toxicity of chlorine dioxide and related compounds in drinking water in the
nonhuman primate. Environ Health Perspect 46:47-55.
7.
Bercz, JP;
Jones, LL; Harrington, RM; et al. (1986) Mechanistic aspects of ingested
chlorine dioxide on thyroid function: impact of oxidants on iodide metabolism.
Environ Health Perspect 69:249-255.
8.
Carlton, BD; Basaran, AH;
Mezza, LE; et al. (1991)
Reproductive effects in Long-Evans rats exposed to chlorine dioxide. Environ
Res 56:170-177.
9.
Couri, D;
Abdel-Rahman, MS. (1980) Effect of chlorine dioxide and metabolites on
glutathione dependent system in rat, mouse and chicken blood. J Environ Pathol
Toxicol 3:451-460.
10. Daniel, FB; Condie, LW; Robinson, M; et al.
(1990) Comparative subchronic toxicity studies of three disinfectants. J Am
Water Works Assoc 82:61-69.
11. Haag, HB. (1949) The effect on rats of chronic
administration of sodium chlorite and chlorine dioxide in the drinking water.
Report to the Mathieson Alkali Works from H.B. Haag of the Medical College of
Virginia. February 7, 1949.
12. Harrington, RM; Shertzer, HG; Bercz, JP. (1986)
Effects of chlorine dioxide on thyroid function in the African green monkey and
the rat. J Toxicol Environ Health 19:235-242.
13. Hayashi, M; Kishi, M; Sofuni, T; et al. (1988) Micronucleus test in mice on 39 food
additives and eight miscellaneous chemicals. Food Chem Toxicol 26:487-500.
14. Ishidate, M; Sofuni, T; Yoshikawa, K; et al.
(1984) Primary mutagenicity screening of food additives currently used in
Japan. Food Chem Toxicol 22:623-636.
15. Kalcker, A. L. 2020. Salud prohibida, incurable era ayer. 8ª Edicoin. Edit. Voedia 451 p.
16. Kanitz, S; Franco, Y; Patrone, V; et al. (1996) Associations between drinking water
disinfection and somatic parameters at birth. Environ Health Perspect
104:516-520.
17. Lubbers, JR; Chauhan, S; Bianchine, JR. (1981)
Controlled clinical evaluations of chlorine dioxide, chlorite and chlorate in
man. Fundam Appl Toxicol 1:334-338.
18. Lubbers, JR; Chauhan, S; Bianchine, JR. (1982)
Controlled clinical evaluations of chlorine dioxide, chlorite and chlorate in
man. Environ Health Perspect 46:57-62.
19. Lubbers, JR; Chauhan, S; Miller, JK; et al.
(1984a) The effects of chronic administration of chlorine dioxide, chlorite and
chlorate to normal healthy adult male volunteers. J Environ Pathol Toxicol
Oncol 5:229-238.
20. Meier, JR; Bull, RJ; Stober, JA; et al. (1985)
Evaluation of chemicals used for drinking water disinfection for production of
chromosomal damage and sperm-head abnormalities in mice. Environ Mutagen
7:201-211.
21. Michael, GE; Miday, RK; Bercz, JP; et al.
(1981) Chlorine dioxide water disinfection: a prospective epidemiology study.
Arch Environ Health 36:20-27.
22. Miller, RG; Kopler, FC; Condie, LW; et al.
(1986) Results of toxicological testing of Jefferson Parish pilot plant
samples. Environ Health Perspect 69:129-139.
23. Mobley, SA; Taylor, DH; Laurie, RD; et al.
(1990) Chlorine dioxide depresses T3 uptake and delays development of locomotor
activity in young rats. In: Jolley, RL, et al., eds. Water chlorination:
chemistry, environmental impact and health effects, vol. 6. Chelsea, MI: Lewis
Publications, pp. 347-358.
24. Moore, GS; Calabrese, EJ. (1982) Toxicological
effects of chlorite in the mouse. Environ Health Perspect 46:31-37.
25. Orme, J; Taylor, DH; Laurie, RD; et al. (1985)
Effects of chlorine dioxide on thyroid function in neonatal rats. J Toxicol
Environ Health 15:315-322.
26. Selevan, S. (1997) Comments on Italian study:
association between drinking water disinfection and somatic parameters by
Kanitz et al., Environ Health Perspect 104(5):516520, 1996. Memorandum to J.
Wiltse, U.S. EPA, Washington, DC, May 7.
27. Suh, DH; Abdel-Rahman, MS; Bull, RJ. (1983)
Effect of chlorine dioxide and its metabolites in drinking water on fetal
development in rats. J Appl Toxicol 3:75-79.
28. Taylor, DH; Pfohl, RJ. (1985) Effects of
chlorine dioxide on the neurobehavioral development of rats. In: Jolley, RL, et
al., eds. Water chlorination: chemistry, environmental impact and health
effects, vol. 6. Chelsea, MI: Lewis Publications, pp. 355364.
29. Toth, GP; Long, RE; Mills, TS; et al. (1990)
Effects of chlorine dioxide on the developing rat brain. J Toxicol Environ
Health 31:29-44.
30. Tuthill, RW; Giusti, RA; Moore, GS; et al.
(1982) Health effects among newborns after prenatal exposure to ClO2-disinfected
drinking water. Environ Health Perspect 46:39-45.
31. U.S. Environmental Protection Agency. (1986a)
Guidelines for carcinogen risk assessment. Federal
Register 51(185):33992-34003.
32. U.S. Environmental Protection Agency. (1994d)
Final draft of the drinking water criteria document on chlorine dioxide,
chlorite, and chlorate. Office of Science and Technology, Office of Water,
Washington, DC. Office of Research and Development,
Washington, DC.
33. U.S. Environmental Protection Agency. (1996a)
Proposed guidelines for carcinogen risk assessment. Federal
Register 61(79):17960-18011. http://www.epa.gov/nceawww1/cancer.htm